¿Son los abogados los
mejor vestidos del siglo XXI?
Si existe una profesión directamente asociada a la elegancia, esa es la abogacía sin lugar a dudas. La importancia de vestir bien en este empleo vocacional, es algo más remarcada que en cualquier otro, incluso, podría decirse que más obligada que opcional.
Realmente no estamos frente a un “falso tópico” al
considerar a estos profesionales los más elegantes, aunque si es cierto, que
actualmente el cine y la televisión están remarcando su importancia aún más si
cabe. Pero, como he comentado en otras ocasiones el elegante a veces no nace,
sino que se hace. Y los que no nacen y no se hacen no se venden bien.
¿Por qué es
imprescindible una buena imagen en los abogados?
Bien, un abogado independientemente de los factores
circunstanciales, tales como, la ubicación de su bufete, la localidad en la que
ejerza o el nivel adquisitivo de sus clientes, siempre debe mostrarse como un
profesional de poder. Esto ocurre en otras profesiones en las que, erróneamente,
se relaja el código de vestimenta reduciendo sustancialmente la “valía” de sus
aptitudes y actitudes.
Un cliente que acude a tu despacho, nunca tendrá constancia
de los años que has empleado en tu formación, de los másteres o títulos que
ostentas ni la gente con la que te rodeas, pero existe algo más importante que
todo eso: “La capacidad de inferenciar de las personas”.
A igualdad de condiciones, con unos mismos honorarios, ¿A
quién contrataría? ¿A un abogado cuyo despacho parece un cuchitril y cuya
vestimenta luce desdeñada y sin aliciente…? o ¿A un abogado que luce en un despacho
impecablemente ordenado y actualizado, con una atuendo digno de ser admirado?
Seamos sinceros, nuestros primeros juicios (nunca mejor dicho) los
hacemos a través de los ojos.
Un abogado debe inspirar confianza, seguridad, poder,
formalidad y carácter en un solo golpe de vista. Esas van a ser sus credenciales.
Nunca debe descuidar la carta de presentación, su imagen.
¿Cómo debe vestir un
abogado?
A día de hoy, la vestimenta más formal del hombre, queda
relegada a eventos, celebraciones, actos de relevancia… Esto se traduce en “vestimenta
eventual” para la gente de a pie, y en “usual” para los profesionales de este
colectivo.
Cuando uno convierte una acción en rutinaria, poco a poco
trata de introducir pequeños cambios o modificaciones que ofrezcan pequeñas
mejoras en el resultado y que rompan un poco los esquemas habituales. En el
vestir ocurre exactamente igual, de hecho es por eso que a veces se consideran
a los abogados más elegantes. Acostumbrados a vestir de traje, tienden a
incluir más complementos a su armario, combinan mejor las tonalidades y se
atreven a innovar más que otros que visten de traje de forma ocasional, y prescinden de todo lo que no sea esencialmente necesario.
Un abogado debe mostrarse elegante a la par que sofisticado
y ostentoso a la vez sobrio. Su imagen debe lucir pero no deslumbrar. Me
explico, el mensaje no debe ser: “Me
estás costeando el Rolex de platino” sino: “Trabajaré para ti y serás el más beneficiado”.
Atuendo adecuado
Si te lo puedes permitir, y es de tu gusto, encuentra un
sastre a tu medida. Actualmente, aunque no lo parezca, los hay de todos los
tipos y precios, incluso, hasta más económicos que trajes industriales de venta
al por mayor. Te ahorras un tiempo muy preciado en ir buscando stock de un lado
a otro y siempre dispondrán de tus patrones y diseños para cualquier emergencia.
Escoge siempre telas que se ajusten a tus necesidades
climatológicas y con patrones no excesivamente llamativos: rayas diplomáticas,
lisos, jaspeados, etc. En tonalidades que se muevan principalmente entorno a
las escalas de grises, marrones y azules marino. Relega el negro para eventos, cenas o
reuniones nocturnas.
El traje más común es el de dos piezas, cuando de Lunes a
Viernes vistes día tras día con el mismo estilo te sientes uniformado, de hecho
hasta tus clientes te pueden ver como “estancado” en un estilo determinado. Por
ello, mi recomendación es que juegues con los diseños, combina los trajes de
dos piezas con los de tres, incluso, con los de chaqueta cruzada, que vuelven a
estar de moda.
Las camisas. La
de mayor elegancia, sobriedad y poderío, conocida como la camisa para los
negocios, es la blanca por defecto. No obstante puedes jugar con camisas en
tonalidades azul ejecutivo, con rayas suaves y discretas en tonos claros… Pero
nunca con colores excesivamente llamativos, siempre neutros.
Corbatas. Cuando
se llevan a diario, son el espejo del alma. En ellas se refleja tu estado
anímico y emocional. Esto quiere decir que si eres una persona muy dada a
expresar tus sentimientos, cuantas más dispongas en toda la gama de colores
mejor. Si por el contrario eres más reservado no te salgas mucho de las
tonalidades más neutras y sobrias. Así, los días más tristones con tonos más
oscuros, pasaran desapercibidos.
Complementos.
Como dije anteriormente no debes ser excesivo. La elegancia parte de la simpleza,
de los detalles que se perciben de forma controlada. Yo, personalmente, suelo
recomendar el uso de gemelos en el puño francés o puño doble de camisa. Esto no
es sólo un gusto sino que, como conocedor del lenguaje no verbal, sé que
transmiten mayor poder en los movimientos de brazos y manos. Dado que los
abogados se apoyan mucho en los gestos a la hora de defender un caso ante un
tribunal, pueden ser un plus de convicción indirecto. Además, también considero oportuno el uso del pañuelo de
bolsillo, eso sí, siempre colocado de forma “presidencial” en horario laboral y
dándole mayor vida en otros acontecimientos más festivos.
Espero que hayáis disfrutado de este post, dedicado a todos
los abogados que tengo el gusto de conocer y a todos aquellos que no conozco y espero
conocer, eso sí, no en los juzgados…
Ahora ya sabes que te hace falta para alcanzar el éxito: "La diferencia entre tu y yo es que tú quieres perder poco y yo quiero ganar mucho" (Harvey Specter - Suits)
Duque de Praga